martes, 14 de junio de 2016

EL OBJETO DE LA ELECCIÓN


El objeto de la elección voluntaria es siempre un bien. Al revés de lo que ordinariamente se piensa, la libertad no es una facultad para elegir entre el bien y el mal. Siempre elegimos un bien; necesariamente adoptamos un camino bueno. Si no fuera bueno, no lo elegiríamos. Nuestra voluntad se inclina siempre por lo bueno.
Esto podría provocar inmediatamente reacciones negativas o de confusión, si no se aclara en el acto que no es lo mismo elegir un bien y elegir bien. Siempre elegimos un bien; pero naturalmente, no siempre elegimos bien. Con la anterior expresión queda claramente diferenciado el nivel ontológico y el nivel moral.
Siempre elegimos un bien (ontológico); pero no siempre elegimos bien (moralmente hablando). La voluntad siempre tiende hacia un bien, no podría ser de otra manera, pues todo ser, por el hecho de existir, tiene un cierto grado de bondad, y es precisamente esa bondad la que atrae a la voluntad. Y, repito, si el hombre no viera absolutamente nada bueno en un objeto, ni siquiera se lo propondría para su elección.

Por tanto, ya podemos concluir: siempre elegimos un bien; y, cuando se dice que somos libres para el bien o para el mal, en realidad se quiere decir que somos libres para elegir bien o elegir mal. El bien o el mal se refieren a la elección misma, no al objeto elegido.

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